Mi carta de cumpleaños para vos

A mis 44 siento que he llegado tarde para todo. El mundo está partido y la humanidad es una mierda. Si no fuera porque lo he sentido y lo siento, casi diría que el amor no existe y es sólo una palabra con significante ideológico. A mis 44 no sé si estoy mirando bien, no sé aún cuál será mi particularidad, pero  lo cierto es que siento que no entiendo nada. Y, casi, casi también ya no creo. Este casi, es por vos  que sos mi excluyente. (qué pesada, pensaras, y  con razón. Tal vez soy tu karma, qué se yo)
Como verás, mi revolución sigue. Pero no comenzó con vos, sino hace varios años cuando parece que dejé de repetir mi historia de niña. Soy víctima de casi todos los flagelos con nombres  que se te ocurran: abuso sexual, violencia doméstica, violencia de género y como tal odio profundamente la palabra “víctima”, que me hace sentir  débil y pelotuda y sobre todo estigmatizada. Es por eso que no lo digo y cada vez que se me ocurre hablar me arrepiento, siento que me quita autoridad sobre mi misma y sobre lo que soy.
En mis 44 años soñé de todo. Mi vocación por escribir surgió a los 18 y a los 19 comencé a estudiar periodismo. Diferentes situaciones hicieron que concluya mi carrera siendo madre y ya trabajando en los diarios. 16 años ejercí la profesión en medios gráficos. Mientras tanto, fui esposa, amante, concubina y madre. Todo esto a 800 kilómetros de mi familia base (hermanos, sobrinos, padres), quedé huérfana en el camino y fue un alivio.
En todos esos años, mi vocación me sostuvo. Aprendí sobre desnutrición,  injusticias,  corrupción,  mentiras, manipulación y más injusticias. No, el periodismo no era lo que yo creía. Lo fui adaptando para no desgarrarme, me convencí de la importancia de mi granito de arena y lo convertí en lucha. Aún hoy me encuentro con gente que me agradece y me hace sentir que tuve una función en este mundo.
Mi proceso estalló hace cuatro años. En enero de 2015. Mi lado oscuro se reveló de tal forma que me era imposible ver la luz. Sangrar por donde fuera, era la única manera de llorar con cuerpo y alma mis dolores. Como diría Benedetti   “todos convergieron para verme” y por cierto, lo hicieron.  Pensar en la vida, cuando solo has gastado energías en sobrevivir, no es fácil y es una marca imborrable.
Hubo días en que sólo atravesaba horas. Vacía de todo,  pensando en que mi muerte sólo sería una carga para mi hija  y si hay algo que siempre mantuve es mi responsabilidad de poder mirarla a los ojos y enseñarle que siempre se puede y que el amor es la recompensa, aunque sólo signifique un abrazo.
Un día comencé a reír. Creo que nunca lo había hecho, era una carcajada que me salía del alma. Empecé a abrazar también y a pensar en que recibir no era tan malo, muchas personas se acercaron y estuvieron. Descubrí la felicidad una tarde sentada en la galería de casa mientras tomaba mates, sola, mirando el atardecer. No tenía nada. Había renunciado al diario tras una encrucijada a la que interpreté como; seguir trabajando o mantener mi integridad. Sorbía mi última yerba, no sabía que pasaría salvo que ese día tenía comida y el oxigeno de mi hogar llenaba mis pulmones (fue muy bueno respirarlo).
Era junio de 2018. Decidí ir a la plaza donde se hacía la vigilia por la legalización del aborto. Fue la primera vez que vi una manifestación desde adentro. Compre mi pañuelo verde. Sólo conocía a mujeres  porque les había hecho entrevistas. Días después formamos el grupo de comunicadoras feministas.  A ellas si las conocía y me asombró reconocer a muchas poniendo el cuerpo (como decimos) y  ver que la mayoría eran  más jóvenes que yo. De repente, descubrí que las injusticias contras las que combatí toda mi vida se resumían en esa lucha; el patriarcado y el capitalismo y mucho de mí cobro sentido.
Comencé a trabajar para Adriana en Julio. Me costó mucho al principio, ya que el periodismo es una suerte de vicio y como siempre  hice policiales o sociales, a la política me costó mirarla desde adentro.
Silvio me acompañó en cada proceso. Lo conocí por casualidad en mi adolescencia.  Comprender “La historia de la silla” fue una revelación para mí y una marca. Me recuerdo cantándosela a mi hija como canción de cuna y luego explicándosela cuando apenas tenía  10 años. A “Tu fantasma”, que fue el final de mi última relación, la superé con “Sólo el amor”. Esa canción me costó demasiadas lágrimas comprenderla y aprehenderla y es por eso que me la tatué… una cicatriz que borró otra que ahora me recuerda con colores que “sólo el amor engendra la maravilla”.
Pensaba en cuando me dijiste que “no te concebías” sin él (Silvio)  y su poesía…  Hoy me persigue “El necio”, vos la trajiste a mí. Desde mi locura de pensar en vos (pues),  imagino demasiadas cosas, pero también reflexiono. También pido perdón nuevamente por esto de pensarte, de usarte tal vez. Sé que interpreté tu mensaje sobre mi nombre como quise. Si los releo a todos, sólo entiendo que yo querìa comprender algo que no era y vos, vos sólo fuiste vos y leerte me llenó de algo que nunca había experimentado.
No puedo explicarte esto que  siento. Esto de que pasaron dos meses y aún puedo evocar tu mirada. Esto de soñarte y tenerte en sueños. Lógicamente mi vida sigue a 5000 kilómetros de vos. Pero ya no es la misma porque vos apareciste y mostraste tu ternura y me dijiste que yo te la causaba, y me dijiste “apapacho” y que fui algo especial, aunque nunca nos tocamos (no, al menos, en esta vida).
La sensibilidad en mí es cada día mayor desde aquel  17 de noviembre. Anoche, sin ir más lejos lloré por tu revolución y por la humanidad y por los errores y por lo que falta, y por los niños y por el amor, por ese que aún queda para materializar y dar.
Que se yo… sólo quería contarte algo de mí. Decirte que mi mayor sueño es bailar “Toma” con vos mientras la luz del atardecer nos ilumina. No quiero más.







Comentarios

Jorge Curinao ha dicho que…
Qué hermoso poder acompañar este día ventoso con tus textos. Qué lindo es leerte.
Atalanta ha dicho que…
Nahh, de verdad? Pues me alegro entonces. Por mis pagos norteños sólo hubo lluvia y es hermoso.
Jorge Curinao ha dicho que…
Qué lindo eso. Acá son todos los días así, ventosos.
Atalanta ha dicho que…
Tengo pendiente conocer el sur. Seguramente será.

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