La primera carta (que nunca te mandé)

Acá estoy otra vez. Obligándote a leerme y agradecida de que lo hagas.  Me he sentido un poco tarada en estos días, por estar pendiente de vos  en todo momento. Creo que nunca he gogleado tanto el nombre de una persona, insistente y compulsivamente como si fuera una adolescente de 15. También me he reído de mí por eso. He bailado, he llorado… he sentido una literal revolución adentro.
En fin. Mientras insisto en explicarte, me vuelvo a reír de mí porque soy consciente que no me has preguntado. Pero necesito, y espero que no me odies por esto. Tal vez escribo más para mí misma que para vos, pero necesito entender (me).
Googleando me enteré de la fecha de tu cumpleaños hace unos días. Desde hace varios años, sobre todo influenciada por mi hermana mayor, comencé a creer en el calendario de los mayas. Así, descubrí que sos un “Perro”, pero no un perro cualquiera, sino un Perro Autoexistente nacido bajo la onda encantada de  la Mano Azul. Cuando te pregunté por el legado maya, quise explicarte algo de esto pero nunca me leíste así que no supe si lo decias por esto que quiero contarte.  Básicamente, lo que te conté del Perro es para decirte que sos mi antípoda y yo el tuyo, como Sol Autoexistente nacida en la onda encantada de la Tierra Roja.
Sé que esto puede sonar un poco delirante, pero para mí es como un milagro de los que hablan los católicos (más risas mías). Las casualidades son señales del universo y, antes de conocerte sucedieron demasiadas, iniciando en el viaje a Buenos Aires al que yo no iba a ir y siguiendo por esa visita a la sede la Copppal que no estaba en los planes de la diputada y donde me enteré de tu existencia.
Ser antípodas significa que tanto para vos, como para mí, el otro representa  la energía más lejana. Pero que es, a su vez,  la energía que más necesitamos para cumplir nuestro propósito en este planeta, nuestro destino. Vos como Perro, sos símbolo del amor incondicional y la lealtad y yo una iluminadora. Esto, a groso modo, se podría traducir como que vos caminas por el mundo amando incondicionalmente pero, muchas veces en la oscuridad sin que sea claro tu destino y forma de hacerlo. Yo, camino iluminando, ayudando a los demás a ver ese destino y su forma pero,  sin serme fiel ni amándome  incondicionalmente. (Ojalá me haya sabido explicar).
En este contexto, se supone que estas casualidades que nos llevan a conocer a otras personas, son para que aprendamos mutuamente  lo que cada uno tiene para dar y cómo hacerlo. A veces, es sólo uno el que debe aprender y las sincronías se encargan de que suceda (o no). Yo entiendo, que por lo sentido,  esta vez la sincronía fue sólo para mí…
Así, puedo cerrar en mi cabeza la enorme atracción que sentí por vos y comprender por qué no podía dejar de escucharte. No fue casual que tu amor incondicional me ayudara a resignificar mi nombre, que siempre fue un conflicto cargado de todo, menos de amor (y tampoco que lo recordaras). No fue casual que pudiera escuchar, con cada una de sus palabras, las letras de  la palabra Revolución y que estuviera intrínsecamente relacionada también al amor. No fue casual que mis ojos brillaran y no pudiera dejar de mirarte (como estúpida, lo admito), porque el universo te puso ahí para mí (aunque suene egocéntrico).
Aprendí . Me di cuenta que ahora tengo una causa y que el amor en mí se expande por esa razón.  También comprendí  otras cosas en ese viaje, que no tuvieron que ver con vos, pero después de haber recuperado mi risa hace pocos años y no encontrar un sentido a lo que tenía adentro, de repente lo encontré y fuiste vos el que le puso las palabras (todo un proceso de terapia según Freud ). Además, marcaste un antes y un después de las cosas que quiero y las que ya no quiero escuchar nunca más.
Me hubiera encantado poder darte un poco de mi luz y que haya sido reciproco. Me hubiera encantado retenerte un poco más (en mi mente, obvio), pero sé que tenés tu causa, tu bello amor que te espera en tu patria  y muchas cosas por resolver. Me atrevo a mandarte este mensaje ahora, porque entiendo que aún no te fuiste, sino no lo haría. Necesito despedirme y confiar en que el universo alguna vez me cumpla el deseo de que me apapaches aunque sea una vez. Gracias por haber sido la casualidad más movilizadora de mi vida. Por haber sido tan tierno en medio de todos tus problemas, por confiar.

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