Sola

Hace casi un mes que camino sola por la casa. Los gatos me observan desde sus posiciones ir y venir. También me ven bailar (sola) y llorar (sola) y escribir (sola)… ir, volver, entrar y retarlos porque rompieron  otra taza. Se entusiasman cuando me acerco a la cocina y me maullan pidiendo comida.  La música suena desde que me levanto y bajo las escaleras.  La pava ruge 20 veces al día. Por las noches saco una colcha al patio y miro pasar las nubes mientras escucho a los grillos y otros bichos desconocidos que  se me suben y me asustan. Las perras se acuestan conmigo y nos miramos a los ojos de vez cuando.
Nunca había tenido la oportunidad de estar tanto tiempo sola conmigo. Incontable todo lo que he pensado pero, sobre todo, lo que he sentido. En días de hormonas mi pulsión de muerte es  un hoyo negro que me absorbe y saca llantos con sonido tan fuertes que los animales se me acercan, no sé para qué, pero algo reconforta.  Sin embargo, el llanto sin hormonas es el que me asusta más. Parece un recuerdo lejano que me susurra al oído ¿para qué?...
En esos momentos me vuelvo a preguntar por ella. En esa mujer que tiene tu ternura y tu inspiración y casi confirmo que las mujeres como yo sólo nacimos para observadoras.  ¿Tenés idea de lo que esa certeza significa?... Pensar en esto es como leer poesía. Fue por eso que a mi hija le puse el nombre de la esposa de Mario Benedetti. Además de independiente, quería que fuera musa y le inyecté  esa carga para que nunca deba sentir lo que yo.
Ya te conté que muchas veces rio a carcajadas y es por autogeneración. Es que a veces no hay hormonas ni oscuridad y hay un verde esperanza, casi ridículo, que me  alienta. Vuelvo a creer en eso de que, al menos, por un momento no te fui indiferente. Ponéle.

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